Mi razón.

Hacía frio.. Ya el viento no era el mismo, esta vez congelaba desde las mejillas hasta los pies de manera misteriosa. El sonido del mar ahogaba el llanto de aquel hombre, pero yo si podía oirlo, aunque no quería.
Me acerqué.
No hubo palabras de intermedio, solo eran gestos los que conectaban sus ojos con los mios. Como si quisiera revelarme la verdad de su llanto pero no se atreviese por miedo a ser juzgada de manera absurda su madurez. Creí que aquella noche moriría, no sentía mis manos, mis pies, solo podía sentir en mi boca una leve tibieza que no alcanzaba para decir mi nombre. Quería hablarle, decirle que sentía su dolor como propio. Cuando logré tocarlo corrió su rostro, y una lágrima se postró en su boca, disolviéndose, sus ojos borrosos, ahogados, pedían a gritos calor. Un calor que solo dá un amor de verdad. Lloré con él, debía hacerlo. No permitiría que sufra más. Queria salvarlo, lo quería, más que cualquier otra cosa. No me importaba el frio y casi sin sentir mis pies me puse de pie. El sonrió, creí estar en las nubes, podría ese ser el fin, o el comienzo del eterno amor? Un abrazo selló la noche, el viento se convirtió en brisa, y el frío ya no existía para mi. Él era mi razón para quedarme en este mundo, por eso aquel día no morí, sino que volví a vivir..